8.45 de la mañana. Como cada día, voy caminando al cole, feliz y llena de energía con mis 3 hij@s de 3, 7 y 8 años . Es un trayecto de apenas de 1 kilómetro, por una zona residencial y tranquila, que yo me he empeñado en hacer a pie (a veces empujando la sillita de mi hijo pequeño, a veces corriendo detrás de su bici sin pedales) por salud, conciencia ecológica, y por un sinfín de beneficios que nos aporta llegar al cole de forma activa en vez de metidos en un coche . Pero lo que debería ser un paseo tranquilo se convierte,un día sí otro no,en una carrera de obstáculos y peligros por culpa de los IMPRESENTABLES. Porque VALE que las aceras son estrechas y apenas cabe una sillita ( y ya ni te cuento si hay un alcorque/farola/ papelera en medio) y a veces me toque bajarme para poder circular; VALE que si yo, como madre "motivada", me empeño en ir a pie para enseñarles a mis hijos de forma práctica las normas de circulación (en vez de tanto taller teórico de educación v