Mira que no contaba yo hoy con cruzarme en mi camino (al cole) con otro espécimen de impresentable. Y menos, en el mismo lugar y a la misma hora: 8.45; tramo de calle estrecha-imposible-ir-por-la-acera-con-la-sillita-del-peque. Allí estaba yo, circulando pegadita a la acera para molestar lo menos posible, charlando tranquilamente con mis dos hijas mayores, cuando de repente un chirriante bocinazo de coche nos ha sobresaltado. Me giro y me encuentro con un todoterreno gris, literalmente pegado a mis talones, conducido por una señora (por llamarle de alguna manera sin faltar al respeto) con cara de cabreo, y que gesticula como diciéndome "qué narices hace esta idiota en mi camino, con la prisa que tengo yo". "¿Mamá, qué pasa, por qué nos pitan?" me pregunta mi hija mayor, asustada. "Nada hija- respondo yo, haciendo uso de toda mi calma interior- que esta señora parece que no se da cuenta que tiene que ir despacito y esperar a que yo tenga